31 dic 2011

La butte de Vauquois: la guerra bajo tierra (I)

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La butte de Vauquois, aôut 1915. François Flameng


Cuando los hombres del 2º batallón al mando del coronel James E. Rieger coronaron los restos de la loma de Vauquois (la butte de Vauquois) no imaginaban que se encontraban sobre kilómetros y kilómetros de galerías subterráneas. Era el 27 de septiembre de 1918 y según los informes oficiales, el golpe de mano fue tan notorio que llovieron todo tipo de menciones. El propio Rieger fue bautizado como el 'héroe del Argonne' por la prensa, y condecorado con la Cruz de guerra francesa y el Corazón púrpura por heridas de guerra. Lo que James E. Rieger desconocía era que bajo la posición capturada yacían otros tipo de héroes.

La loma deseada
La butte de Vauquois, que tomaba el nombre de la localidad homónima, se encontraba a unos treinta kilómetros de Verdun. La altura del promontorio, unos 300 metros, y su situación privilegiada en el valle de la Mosa, con el bosque del Argonne al oeste y el sector de Verdun al sudeste, le otorgaban un valor especial como observatorio natural de las líneas férreas (Châlons-Verdun) y viarias de la zona.
Estallada la guerra y con el brutal empuje alemán, el IIIr Cuerpo francés de Sarrail se vé obligado a retirarse en la línea del Mosa y en el sector norte del Argonne. La nueva línea parece segura, es el 30 de agosto. Sin embargo, la apisonadora alemana no cesa y 2 de septiembre el mando francés decide un repliegue en todo el frente. Los alemanes llegan a la zona al día siguiente. El 3 de septiembre ya peligra la loma de Vauquois. Los habitantes que se creían a salvo con la primera línea defensiva son evacuados del pueblo de Vauquois. 170 lugareños y los restos de las unidades del 82º RI abandonan el pueblo la noche del 3 al 4 de septiembre. Jamás volverán a verlo. Los alemanes les pisan los talones. El Vº Ejército alemán del Kronprinz Wilhelm, con los cuerpos XIII y XIV pivotan sobre Verdun para caer sobre el sector oriental del Argonne y completar un movimiento de tenaza sobre el ejército francés. El 11, sin embargo, sucede el milagro. Los efectos de la batalla de la Marne, y el posterior retroceso alemán cambia las tornas. El IIIr ejército de Sarrail, junto con el 15º cuerpo del general Espinasse pone en jaque al Vº alemán, que hostigado y perseguido se retira. Esta vez las comunicaciones ferroviarias han jugado a favor de los franceses. El 15 de septiembre las tropas alemanas se establecen en la línea Apremont - Montfaucon, con el extremo más oriental en la zona de Gercourt. Días antes, la 9ª division francesa ha vuelto a tomar posiciones en el sector de Vauquois.
La importancia estratégica no merma, al contrario, toma una transcendencia vital con visos a un ataque al saliente de Verdun. El 24 de septiembre los alemanes atacan la loma con un importante despliegue de la artillería. Los batallones franceses 1º y 2º del 82º RI son incapaces de mantener la posición y son superados por las tropas de la 33ª DI alemana, que han avanzado con una facilidad pasmosa gracias a la pasividad de la artillería francesa. Entre muertos y heridos los franceses dejan en la loma unas doscientas bajas. Son las primeras de miles. Lo peor, sin embargo, está por venir. Ese mismo día, los alemanes capturan Saint-Mihiel y cierran aún más la soga sobre Verdun. Solo la participación 'in extremis' del Ir Cuerpo de Dubail salva la situación. El frente se estabiliza el 25 de septiembre. La nueva línea de frente es Boureuilles - Vauquois - la Buanthe.
La situación es muy delicada en el extremo oriental del frente francés. El saliente de Verdun es ya una ratonera. La línea férrea hacia Châlons ha sido cortada y el envío de tropas y suministros al bastión de Verdun comienza a resentirse seriamente. La posesión de la loma de Vauquois confiere a los alemanes una enorme ventaja táctica dada su privilegiada situación como atalaya de observación del Argonne y del valle de la Mosa. Los alemanes no estan dispuestos a perder semejante posesión y convierten la loma en una fortaleza inexpugnable. Cavan refugios bajo la ductil roca silícea que conectan con un dédalo de galerías subterráneas. En la superfície, las ruinas de las casas que todavía permanecen en pie son también fortificadas con troneras y otras estructuras defensivas. En la ladera norte, parapetados por la propia mole, las tropas alemanas han aprovechado la orografía del terreno y la pendiente para crear un impresionante sistema de trincheras. Por si fuera poco, la situación aislada de la loma permite que la artillería alemana proteja la posición desde los bosques de Cheppy, Montfaucon y el del Argonne. Los nidos de ametralladora y el emplazamiento de minenwerfer del ejército alemán apuntan hacia los pocos barrancos y sendas que no estan a campo abierto. El acceso es muy difícil, y cualquier intento de tomarla sin una acción coordinada de la artillería y la infantería es un suicidio sin sentido. Y eso será lo que sucederá.


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Vertiente norte de la loma: posiciones alemanas

1915: febrero-marzo
Hasta el febrero, y sin el apoyo óptimo de la artillería, los franceses lanzan una serie de infructuosos e inútiles ataques a la bayoneta que apenas permiten recuperar parte de la vertiente sud de la loma. Las bajas para conseguir instalarse en un sector tan caliente son innumerables. Mantener la posición meridional de la butte, bajo el incesante hostigamiento de la artillería alemana, sin apenas contrabatería, es una heroica estupidez. Decidido a aliviar la situación, el Grand Quartier Général de Joffre planea para la semana del 28 de febrero al 4 de marzo una gran ofensiva para expulsar a los alemanes de la loma. Lo consiguen a medias, las tropas alemanas reculan y se parapetan en la pendiente norte de la loma, los franceses capturan la totalidad de la vertiente sur y parte de la ruinas adyacentes. Lo peor, como siempre, es el precio en vidas. En cinco días de combate han muerto o desaparecido más de tres mil hombres. Se impone una leve tregua.
El sacrificio de miles de soldados franceses permiten a la 10ª DI del general Valdant proteger con mayor seguridad sus posiciones. Se construyen trincheras y refugios a semejanza de sus contendientes de la cara norte. Los alemanes, ante el martilleo contínuo de la artillería francesa, deciden construir una triple red de galerías que unan sus trincheras de ladera con las ruinas del pueblo, que son la línea de vanguardia. La guerra de posiciones se preve larga y dura. Los días de calma tensa que siguen al 5 de marzo permiten a ambdos mandos elaborar informes de la situación. Las conclusiones son similares: no es posible desalojar al enemigo de un terreno tan poco propicio como una pendiente opuesta sin el sacrificio de miles de hombres, y sin garantías de éxito.
La ausencia de grandes ofensivas no frena otro tipo de operaciones como las patrullas de hostigamiento nocturnas o los golpes de mano, en algunos casos con el efecto sorpresa de los terroríficos lanzallamas. Si bien es cierto que estas acciones son temidas por el enemigo, no dejan de tener una importancia más simbólica que real. La guerra de posiciones que se vive en la loma de Vauquois desde inicios de 1915 exige otro tipo de estrategia.

Llamaradas: marzo-junio de 1915
La gran tregua dura bien poco. El 22 de marzo los alemanes lanzan un ataque sobre las líneas francesas. El punto: las ruinas de la iglesia de Vauquois. No es una escaramuza como las demás. Ni es bajo el manto de la noche, ni durante las brumas de la primera mañana. Es al mediodía, con la mayoría de trincheras repletas de soldados que buscan algun rayo de sol después de una noche invernal. Los alemanes, provistos de lanzallamas y granadas incendiarias, se infiltran en algunas posiciones francesas donde vierten una especie de alquitrán líquido que posteriormente inflaman con las granadas. En un primer momento de sorpresa, gran parte de las tropas francesas huyen despavoridas hacia retaguardia permitiendo a los alemanes ocupar parte de la línea francesa cercana a la iglesia. No obstante, y después de unos minutos de pánico y desconcierto, zapadores franceses logran pulverizar las llamas y parte del líquido inflamable. Al poco y viendo que la ofensiva se ha frenado en seco, la infantería francesa vuelve a la línea y los alemanes son rechazados hacia sus trincheras. El ataque alemán solo ha sido un gran susto, apenas tres horas de combates y algunas quemaduras entre la soldadesca francesa.
Turno de los franceses. Los primeros días de junio sus líneas son un hervidero. Se prepara un ataque, que se cree definitivo. Los lanzallamas serán los protagonistas. No gustan al soldado de a pie, lo asustan y además lo consideran poco civilizado. Pero de momento es la única opción de abrir brecha. Para ello, el Grand Quartier Général recluta a unos 50 bomberos de París que se incorporan al 1r regimiento de los ingenieros de Vauquois, los engins spéciaux. Estarán apoyados por unidades de los RI 31 y 76, así como dos compañías del regimiento de ingenieros, la 1ª y la 3ª. El objetivo: abrasar a los alemanes de primera línea, ocuparla y seguir con el avance. La víspera del ataque, 5 junio, llegan a la butte de Vauquois 18 nuevos lanzallamas, modelos Schilt L1. Los bomberos apenas experiencia han tenido con ellos. A las dos de la tarde del día 6 de junio comienza el ataque con un potente bombardeo sobre las líneas alemanas. La loma es martilleada sin cesar. Los alemanes replican a las seis de la tarde. Las posiciones francesas son duramente castigadas. Con los primeros obuses, dos lanzallamas quedan fuera de combate. Se masca la tragedia. La artillería germana castiga la estrecha Tierra de Nadie, de forma que el apoyo de infantería que han de ofrecer los hombres del 31º no puede acercarse a las líneas enemigas. Las cosas aún pueden ir a peor. Comienza a caer la noche y el viento cambia de dirección, soplando hacia las líneas francesas. A las ocho y diez de la tarde se da la orden de ataque a los bomberos. En un primer momento, el fuego de los lanzallamas penetra en las líneas alemanas, pero es un solo un instante. Momentos después una potente ráfaga de viento devuelve las llamas a las posiciones francesas. Aquí algunos de los testigos se contradicen. Los unos dicen que el error fue elevar tanto la manguera. Otros, sin embargo, opinan que la tragedia ocurrió porque las llamas alcanzaron un depósito de municiones alemán que devolvió parte del fuego. La conclusión fue que las trincheras repletas de bomberos e infantería se convirtieron en un mar de fuego que abrasó sin piedad a sus ocupantes. Pero no solo eso: el altísimo calor hace explotar las municiones, provocando el pánico total en toda la línea francesa. Las escenas son dantescas. Es el sálvese quién pueda. Los oficiales amenazan con sus armas a los soldados que huyen, a pesar de todo. Y para colmo, los alemanes, que han logrado aguantar el ataque, se lanzan al contraataque rematando a los moribundos y ocupando algunas de las posiciones abandonadas por la infantería francesa. Con parte de la loma aún en llamas, el balance es tragico. Solo los franceses han perdido a más de una treintena de hombres y tienen más de un centenar de heridos graves.

Continua en: La butte de Vauquois: la guerra bajo tierra (II)

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